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domingo, 13 de abril de 2014

Los presos republicanos de Valdenoceda empiezan a descansar en paz

Veintitrés presos del penal de Valdenoceda, uno de los más duros del final de la Guerra Civil española, situado al norte de Burgos, descansan en paz después de más de 70 años tras ser exhumados e identificados.

La mayor parte de los restos han sido entregados este sábado a sus familias en un acto celebrado junto al antiguo penal, aunque parte han sido identificados sólo por estudios de sus huesos, sin ADN para poder comparar, porque sus familiares no han podido ser localizados, ha explicado el presidente de la Agrupación de Familiares de Víctimas del Penal y nieto de uno de los fallecidos, José María González.

El penal de Valdenoceda permaneció en funcionamiento entre 1938 y 1943 y en ese periodo fallecieron y fueron enterrados por sus compañeros más de 150 presos republicanos que murieron por hambre, frío y enfermedades.

Muchos de ellos procedían de Burgos, pero también de provincias próximas, como Palencia, Álava y Cantabria o de lugares más alejados, como Madrid, Zaragoza, Ciudad Real o Jaén.

Precisamente, desde Jaén ha venido al acto de hoy Juana Gutiérrez, la nieta de Pedro Blanco, que fue detenido en su pueblo, la localidad jienense de Villanueva de la Reina, y murió en 1941 en Valdenoceda.

Era muy pequeña cuando estalló la Guerra Civil pero todavía se emociona al recordar que su abuelo era carpintero y fue detenido cerca de su casa, aunque no sabe con certeza la razón.

Estuvo preso en Jaén y luego le trasladaron al penal de Valdenoceda; casi al mismo tiempo su padre y su tío fueron asesinados bajo la acusación de ser republicanos y a su madre le raparon media cabeza y la pasearon por el pueblo mientras le tiraban piedras.

Otro de los identificados cuyos restos han sido entregados hoy a sus familias es Cipriano Frías, vecino de la localidad burgalesa Gumiel de Mercado que fue apresado por ser dirigente local de UGT en 1939.

Blanca Merino, la esposa del nieto de Cipriano, ha explicado que llevaban tiempo buscando sus restos hasta que confirmaron que fue encarcelado en Valdenoceda; este verano contactaron con la agrupación de familiares, su marido mandó una prueba de ADN y se confirmó su identificación.

La mezcla de alivio y tristeza

Ha asegurado que recoger sus restos les produce "una mezcla de alivio por poder cerrar una herida, pero también de tristeza, porque el padre de su marido murió antes de saber dónde estaba enterrado".

Ahora descansarán juntos en el cementerio de Vitoria, donde reside ahora la familia.

El presidente de la agrupación, José María González, ha insistido en que la exhumación e identificación de los restos permite a los familiares "cerrar heridas".

No ha dudado en referirse a Valdenoceda como una "cárcel de exterminio" donde, según le relataron algunos presos que sobrevivieron, los presos apenas recibían alimentación, la mayor parte de las veces agua con titos, una especie de legumbre que se solía utilizar para dar de comer a los animales, llenos de gusanos.

Al ser un penal oficial hay documentación, en ocasiones muy completa de cada preso, y los que morían eran enterrados "con cierta dignidad y de forma individual" por sus propios compañeros, lo que facilita su identificación.

Hasta ahora han podido recuperar los restos de algo más de un centenar, de los que han identificado a 48, aunque cerca de cuarenta están todavía enterrados porque la zona donde estaban sus restos se convirtió años después en una ampliación del cementerio de la localidad y hay sepulturas sobre ellos, lo que complica el proceso.

Fuente: Público

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