Estamos
demasiado acostumbrados a la barbarie televisada. Es tanta la
información y saturación que ya ni prestamos atención a las
imágenes de muertos que llegan a nuestros aparatos, sangre derramada
en países alejados y que son presentadas en ráfagas, sin
explicación ni contexto, como desastres naturales en medio de unos
telediarios que pasan en segundos del horror al entretenimiento.
Esta
mala información cotidiana que no explica nada, no es casual ni está
improvisada, busca ciudadanos confusos que no puedan entender el
mundo, que se queden en la anécdota más que en los hechos y que en
lugar de ideas construyan opiniones. No hay nada más fácil de
cambiar que una opinión.
Una
idea formada es fruto del análisis y el conocimiento, al contrario
que la opinión que no deja de ser simple y volátil pero que, en
nuestras sociedades, es utilizada para justificar o impulsar cambios
políticos que afectan a la vida y que no son resultado de una
reflexión serena.
Por
eso es tan importante la buena información, porque atañe a la
percepción de como vemos la vida y determina nuestras actuaciones.
Quien controla la información, y la industria cultural, diseña la
realidad.
Asistimos horrorizados a la furia criminal desatada por
Israel contra la franja de Gaza. Bombardeos aéreos y artillados
continuos sobre la zona más densamente poblada del mundo.
Por
desgracia no es nada nuevo. Israel es un estado gamberro que no acata
la legalidad internacional, ocupa ilegalmente tierra usurpada al
pueblo palestino y está en permanente expansión por medio de
colonias armadas. Además, practica la represión sistemática, las
detenciones indiscriminadas y el encarcelamiento sin juicio.
Legalizada la tortura por una sentencia de su Tribunal Supremo,
realiza habitualmente asesinatos selectivos extraterritoriales y
emplea, sin dudar, su abrumador poder militar a la mínima ocasión.
Hay
estudios y denuncias sobre la limpieza étnica de palestinos y hasta
la utilización de la arqueología para construir un pasado a la
imagen y semejanza de un ideario basado en mitos religiosos que lo
sitúan como un pueblo elegido por Dios para poblar la tierra
prometida, situada en la Palestina histórica.
Su
legislación no permite los matrimonios civiles y le otorga el
derecho de controlar por tierra, mar y aire, todo el territorio que
le queda a Palestina, una suerte de bantustanes inconexos gracias a
las barreras militares que impiden la vida normal. A imitación de
los nazis, sus antiguos verdugos, se ha sabido que hasta calcularon
las calorías necesarias para no morir y así determinar la cantidad
de alimentos que dejaban entrar en la franja.
Cualquier
país con este historial estaría aislado y no cesaríamos de oír
airadas voces de la llamada Comunidad Internacional exigiendo su
aislamiento por medio de sanciones e incluso con resoluciones que
contemplaran el uso de la fuerza.
Pero
nada de eso pasa con Israel, la inmensa mayoría de los medios
occidentales directamente callan o minimizan sus desmanes y nada
vemos de la beligerancia que emplean con los países que el
Departamento de Estado en Washington declara unilateralmente como
“malvados”.
No
hay comparación con la implicación y el maniqueísmo con el que se
aborda el conflicto sirio, como se trató la caída de Gadafi, la
exclusión aérea en Libia o cualquier asunto que involucre a Cuba,
Venezuela, Ecuador, …
En
estos momentos se supera ya la cifra de 100 palestinos asesinados, 24
de ello niños, pasando de los 800 heridos. Como en toda guerra, y más en un lugar superpoblado como Gaza, la mayoría de bajas son civiles, gente
a la que ni siquiera se les permite huir de la ciudad por los
bloqueos impuestos por Israel y Egipto, este último algo suavizado
desde la caída de Mubarak.
Tal
y como hiciera en la invasión del Líbano en 2006, o en la anterior
agresión a Gaza de 2009 y a imagen y semejanza de los
estadounidenses en Irak, Israel acaba de atacar por segunda vez el
centro donde se aloja la prensa. Si en el primer ataque
se hirió de gravedad y se mutiló a seis periodistas, en este caso
ya hay muertos, sin que la prensa occidental, la cacareada Comunidad Internacional, el Departamento de Estado o la ONU pongan el grito en
el cielo.
El
tratamiento periodístico sobre las acciones militares en Gaza se
basa en la minimización del horror, la falsa equidistancia entre
agresor y agredido, la ocultación de la diferencia de medios entre
milicias independientes dedicadas a la autodefensa y el décimo ejército del mundo, el uso de adjetivaciones negativas al referirse
a las fuerzas políticas palestinas, la omisión del conflicto
histórico producido por la ilegal ocupación israelí y el olvido en
el análisis informativo de las normas del Derecho Internacional
Humanitario.
Para
la población, que solo recibe la información producida por los
grandes medios, lo de Gaza es una guerra entre iguales, donde todos
son culpables, pero NI SON IGUALES, NI SON IGUAL DE CULPALBES.
Artículo realizado por Javier Couso - HABLANDO REPÚBLICA
Colaboración de Hablando República a Jóvenes Republicanos.
Artículo realizado por Javier Couso - HABLANDO REPÚBLICA
Colaboración de Hablando República a Jóvenes Republicanos.
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