Rajoy estuvo 2384 días en el Gobierno

domingo, 18 de agosto de 2013

Los nietos de los últimos maquis de Sierra Morena buscan sus restos en Adamuz

El 11 de septiembre de 1949, diez años después del final de la Guerra Civil, murió en una finca de Adamuz (Córdoba) Claudio Romera Bernal, considerado como el último maquis de Sierra Morena. Romera vivió diez años entre Pozoblanco, Villanueva de Córdoba y Adamuz, al mando del 32ª División de la 3ª Agrupación Guerrillera de Córdoba. Durante esa década, perdió a casi todos los hombres que dirigía. Finalmente, también perdió la vida. Claudio Romero Bernal murió a manos de la Guardia Civil en la finca Moradillas del Cuadrado. Su cadáver fue expuesto durante dos días en la plaza de Adamuz, para que la población local supiese qué pasaba con los guerrilleros que desafiaban al régimen franquista. Después, su cuerpo fue arrojado a la fosa común del cementerio de Adamuz, junto a los restos de unas 50 personas más, entre guerrilleros, enlaces de los maquis y otras víctimas que no tenían vinculación con la resistencia.

Araceli Pena Sanz, de Girona, y Guadalupe Martín Gómez, de Córdoba, son nietas de dos de los fusilados que, según han podido saber después de una intensa investigación conjunta, reposan en la fosa común de Adamuz junto al último maquis de Sierra Morena. Araceli Pena es la nieta de Antonio Sanz Martín, alias El Corneta, nacido en Trevelez (Granada) y muerto en agosto de 1947 en Adamuz, cuando formaba parte de la partida de guerrilleros. Guadalupe Martín es la nieta de Antonio Gómez Soto, capturado por la Guardia Civil en Alcolea (Córdoba) acusado de ser un enlace de la guerrilla y enterrado en Adamuz en septiembre de 1948. Ahora, después de una amistad forjada a base de correos electrónicos y una casi interminable investigación buscan los restos de sus abuelos para poder enterrarlos con dignidad y también para conocer mejor su historia y, sobre todo, cómo murieron.

Estas dos nietas se conocieron hace dos años. Araceli Pena había leído un reportaje publicado ocho años antes en Diario Córdoba sobre la historia de Guadalupe y su madre, que buscaban a su abuelo y padre. Querían saber dónde estaba enterrado y conocer la verdad. Su madre murió en 2005 sin poder saberla. Guadalupe y Araceli se hicieron cómplices. Se recorrieron los archivos de todo tipo (militares y civiles), hablaron con otros familiares, con testigos y supervivientes, con el alcalde de Adamuz, que siempre se mostró colaborador, y con asociaciones para la recuperación de la memoria histórica. Este fin de semana, y gracias principalmente a la Asociación por la Recuperación de la Memoria de Aguilar de la Frontera (Aremehisa), ya saben mucho más de lo que han conocido en los últimos años: que en el cementerio de Adamuz pueden estar enterrados sus abuelos.

La fosa común de Adamuz era un misterio. A pesar de ser la última gran fosa común de Andalucía (acogió la llegada de los cadáveres de maquis asesinados entre 1942 y 1949 en Sierra Morena) su ubicación y, sobre todo, el estado de los cadáveres era confuso. Guadalupe Gómez logró hacerse ya en 2003 con un croquis dibujado por el sepulturero que enterró el cadáver de su abuelo. El documento señalaba la distancia del enterramiento hasta los muros del cementerio. Guadalupe pidió ayuda a la Junta de Andalucía y un arqueólogo investigó la zona delimitada en 2003. Pero no se encontró nada en esa primera investigación. El cementerio había sido ampliado años después y las medidas no eran exactas.

El testimonio del sepulturero, una vez que consiguieron hablar con él, también fue confuso. Y surgió una terrible duda: en los años 80 el Ayuntamiento había instalado una tubería de agua que hacía pensar que afectó al enterramiento de los maquis. Se sospechaba que en la instalación de la tubería (que se calculaba en dos metros de diámetro) se mutilaron o directamente se sacaron los cadáveres de las entre 45 y 50 personas que reposan en la fosa.

Por eso, Aremehisa, los familiares y el Ayuntamiento decidieron realizar una cata de dos metros por dos metros para saber si los restos de los últimos maquis de Andalucía seguían todavía en el cementerio de Adamuz. Aremehisa hizo un llamamiento a través de internet para buscar voluntarios para esta pequeña excavación. Rápidamente, completó el cupo. Recibió ofrecimientos de arqueólogos y voluntarios de toda España. El Ayuntamiento también facilitó las cosas y el fin de semana pasado, aprovechando las vacaciones, realizaron la cata que rápidamente dio un resultado mucho mejor del esperado.

La temida tubería era mucho más pequeña y estaba mucho más lejos de lo esperado. En su instalación, los operarios cuidaron de dejar los cuerpos de los fusilados abajo de la instalación. Los cadáveres seguían allí y eso era lo más importante para los familiares. La cata arqueológica también ha revelado cómo están enterrados los cuerpos, en un cierto orden.

Ahora, y después de la información que ha arrojado la cata, los familiares se disponen a solicitar los fondos necesarios para seguir adelante con la excavación. Cuentan con el permiso del Ayuntamiento pero ahora necesitan dinero para sufragar los gastos del georradar con el que los responsables de Aremehisa quieren delimitar las dimensiones exactas de la fosa común y el número aproximado de cadáveres que puede acoger. Después, llegará la hora de volver a solicitar voluntarios para la excavación, siguiendo el modelo que Aremehisa ya llevó a cabo en el cementerio de Aguilar de la Frontera, donde hace años lograron exhumar e identificar más de 150 cadáveres repartidos por tres fosas comunes.

Los Jubiles y el grupo de Romera

Los maquis enterrados en Adamuz se forjaron una tremenda popularidad en la zona en los años 40. La mayoría había luchado durante la Guerra Civil, alguno, incluso, había sobrevivido al campo de concentración nazi de Mauthasen y, acabada la Segunda Guerra Mundial, había vuelto a España para luchar contra el régimen de Franco. Durante los primeros años, llegaron a poner en jaque a las autoridades franquistas (en Córdoba se les atribuye la colocación de un artefacto explosivo en la misma puerta del cuarte de la Guardia Civil en la capital) y se forjaron una leyenda.

Los Jubiles, por ejemplo, era el apodo de tres hermanos anarquistas de Bujalance que una vez acabada la Guerra Civil decidieron echarse al monte. Sus acciones eran bien temidas en Sierra Morena por el régimen franquista, hasta que cayeron víctimas de la traición de uno de los guerrilleros, que había pactado su entrega con la Guardia Civil. Cayeron en el asalto a un cortijo en el que se habían refugiado.

El caso de la partida de Claudio Romera es el último de la resistencia armada contra Franco del que se tiene constancia en Andalucía. Según la investigación realizada por Guadalupe y Araceli, y apoyada en distintos estudios histórico, Claudio Romera fue fugitivo desde el final de la guerra, por su implicación en los sucesos revolucionarios de 1936 en Adamuz. En marzo de 1946 la partida de “Romera” dio muerte al guardia civil Ángel Calleja, del puesto de Alcaracejos (Córdoba). El 11 de febrero de 1946 perdió a tres hombres en el cortijo Venta del Cerezo, donde iban a celebrar una reunión doce guerrilleros, debido a la información facilitada al comandante Machado por José Martínez “Chunga”. Gracias también a la colaboración de este hombre, en la noche del 24 al 25 de abril las fuerzas represivas dieron muerte en el cerro del Quejido, término de Montoro (Córdoba), a Alfonso Nevado “Nevado” y cuatro guerrilleros más. En 1949, Romera y Diego Lindo deambulaban, ya casi en solitario, por la zona de Adamuz. El 12 de julio de 1949 ahorcaron al labrador José Molina Díaz, de Villanueva de Córdoba, porque se había negado a facilitarles ganado y había dado cuenta en el cuartel. Tras captar al enlace que tenían por la Peña del Alcón, Ángel Sánchez, una patrulla de guardias hizo la “espera” en este lugar, detectando la presencia de “Lindo” el 28 de agosto. Cuando se vio perdido, se suicidó.

Fuente: Andaluces diario

0 comentarios:

Publicar un comentario

Comente con respeto.

 
Diseño de 'WordPress Themes' y render de Lasantha