A principios de 1986, un grupo de albañiles, en su mayoría procedentes del pueblo granadino de Cogollos Vega, trabajaba en la construcción del parque Federico García Lorca, en el término municipal de Alfacar, a pocos metros de Ainadamar, la llamada Fuente Grande o de las Lágrimas. Debían darse prisa. En unos meses tenía que estar todo listo para conmemorar el cincuenta aniversario de la muerte del poeta, asesinado en la zona en la que se estaban llevando a cabo las obras. A los pocos días, junto al olivo que muchos han señalado como testigo mudo del crimen, aparecieron varios restos humanos. Hasta aquí estos datos eran conocidos, adelantados en 2008 por el periódico «Ideal». Lo que no se sabía hasta ahora es que entre esos huesos había una muleta, lo que invita a pensar que era la de Dióscoro Galindo González, el maestro de Pulianas asesinado junto a Lorca y a los torerillos y dirigentes anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas en agosto de 1936. Esto hace sospechar que el poeta podía estar entre los aparecidos aquel día.
La revelación la realizó el pasado invierno Manuel Valdivia Gómez, ex alcalde de Cogollos Vega, al profesor y arqueólogo Federico Molina Fajardo, quien se reunió con él hasta en tres ocasiones, siempre acompañado de un testigo. «Fue él quien soltó el tema de manera espontánea y nos comentó que apareció una muleta, además de restos de ropa, entre ellos, un cinturón de cuero ancho. Sin embargo, a medida que mostrábamos más interés, se fue cerrando y no nos quiso dar más detalles», explica Molina a este diario. Sin embargo, Valdivia aún tuvo tiempo de hacer otra revelación asombrosa: los huesos fueron exhumados, metidos en un gran saco de abono y vueltos a enterrar en una zona del parque. «No nos quiso decir el sitio, pese a que así se lo rogamos», comenta Molina, quien ha publicado recientemente estos datos en «García Lorca y Víznar», un libro escrito conjuntamente con el general Fernando Nestares. Por su parte, Manuel Valdivia admitió hace mes y medio a este diario que «hice estas declaraciones de buena fe. Hablamos de manera informal, pero no para que esto fuera a aparecer en un libro». La pasada semana, Valdivia cambiaba de opinión y negaba haber hablado alguna vez del tema con Molina.
En un saco de abono
Quien sí ha querido contar algo más de esta lamentable historia es José Antonio Rodríguez Salas, alcalde del pueblo granadino de Jun y en 1986 guardia del Parque Federico García Lorca. A lo largo de varias conversaciones con el autor de este reportaje, Rodríguez reconoció que «sí se encontraron varios restos humanos. Había cuatro cráneos y lo que quedaba de una muleta de madera. Desde el primer momento se tuvo el convencimiento de que era la tumba de Federico». El actual alcalde de Jun recuerda que el descubrimiento tuvo lugar cerca del olivo en el que a finales de 2009 se intentó localizar la tumba de Lorca. La noticia fue conocida, además de por los obreros y él mismo, por otras dos personas: el entonces vicepresidente de la Diputación de Granada, –en aquel momento en manos del PSOE– Antonio Ernesto Molina Linares y el diputado provincial José Antonio Valdivia Gómez, hermano de Manuel. «Se decidió no decir nada, guardar pacto de silencio porque se quería acabar las obras pronto. Se decidió callar para poder inaugurar a tiempo. Por eso se metieron los huesos en un saco de abono y se enterraron dentro del parque, en un lugar indicado», comenta Rodríguez, quien por primera vez ha decidido romper su silencio y señalar el sitio.
Ese lugar es la fuente hoy sin agua que hay presidiendo el parque que lleva el nombre del autor de «Poeta en Nueva York». Dentro de la misma hay una pequeña y sencilla placa de la que el tiempo se ha encargado de borrar la inscripción. En ella se puede leer con cierta dificultad «Jiménez y J. Ant. Valdivia». «Ése es el distintivo que se dejó para indicar dónde se habían vuelto a enterrar los restos», explica Rodríguez, quien añade que algunos otros fueron también ocultados en una zona cerca de la puerta principal del parque.
Si la información es cierta, la zona de la «exhumación accidental» es la misma que señaló Manuel Castilla Blanco a ciertos investigadores como Agustín Penón o Ian Gibson. También indicó este espacio en 1980 María Luisa Illescas Orantes, quien pasó el verano del 36 en casa de sus tíos en Víznar. Como le confesó a la Comisión de Encuesta de la Diputación de Granada, la noche del crimen los asesinos se alojaron en esa casa. El responsable del pelotón de ejecución llevó al tío de Illescas hasta el lugar de los hechos pocos días después, sacando una fotografía hoy afortunadamente conservada en el Centro de Estudios Lorquianos de Fuente Vaqueros. Es una zona muy cercana a la de la fallida exhumación de 2009.
Un georradar podría determinar hoy si están repartidos los huesos y la muleta bajo la fuente de este parque público y junto a la entrada principal. Las posibles pruebas documentales de aquellos hechos han desaparecido o se han traspapelado. Se sabe que existía una nota de la época escrita por el arquitecto Pedro Moratalla al jefe del área técnica de la Diputación de Granada hablando del tema. Pese a los intentos por localizarla, nadie sabe dónde ha ido a parar el documento.
¿Sabía algo del tema la Asociación para la Memoria Histórica de Granada cuando trabajó en la exhumación de 2009? Antes de que tuviera lugar, Ernesto Molina le refirió todo esto a Francisco Vigueras, periodista y uno de los responsables de la entidad. Así se lo indicó el propio Vigueras a Ian Gibson después de la fracasada búsqueda, tal y como consta en el libro de éste, «La fosa de Lorca» (2010).
En mayo de 1919, Lorca escribía el poema titulado «Sueño», encabezado con los versos «Mi corazón reposa junto a la fuente fría». El poeta no sabía en ese momento que el texto parece tener hoy un sentido casi premonitorio.
Búsqueda fallida
A finales de 2009, la Junta de Andalucía permitía a la Asociación para la Memoria Histórica de Granada que llevaran a cabo la búsqueda de los restos de Galadí, además de los de otras dos personas que se sabe que fueron enterradas en el barranco de Víznar. La búsqueda se llevó a cabo sin éxito en el Parque Federico García Lorca de Alfacar. El fracaso costó 70.000 euros.
La muleta de don Dióscoro Galindo
Convencido republicano, Dióscoro Galindo González era maestro de escuela en Pulianas, un pueblo granadino donde fue detenido a mediados de agosto de 1936 tras ser denunciado por un vecino. Trasladado al Gobierno Civil de Granada, fue llevado poco tiempo después junto con Lorca a Víznar para ser ejecutado de madrugada, cerca de Ainadamar, sin juicio previo. La falta de una pierna le obligaba a ir a todas partes con una muleta, con la que se sabe que fue enterrado una madrugada de agosto de 1936, probablemente el día 17. Algunos testigos de la ejecución afirmaron que García Lorca iba atado de la mano de Galindo, e incluso que fueron enterrados juntos. El detalle de que restos de una muleta de madera aparecieron en 1986 junto con los de varios huesos y ropas proporciona una importante novedad sobre la posibilidad de poder localizar la tumba del poeta. Por desgracia, los responsables de las obras del Parque Federico García Lorca, en el término municipal de Alfacar, decidieron no decir nada.
Fuente: La razón
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Los huesos de Lorca, junto a la fuente fría
12:00
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