Aunque los sondeos de cara a las presidenciales del 22 de abril y el 6 de mayo no se ponen del todo de acuerdo, algunas encuestas afirman ya que Nicolas Sarkozy ha recortado terreno al socialista François Hollande desde que presentó oficialmente su candidatura hace diez días. A dos meses de la primera vuelta, el candidato socialista sigue en cabeza, pero en la encuesta diaria que publica Paris Match Sarkozy le pisa ya los talones: 27,5% frente a 26,5%.
La estrategia del presidente saliente, encarnarse en “el candidato del pueblo”, prometer una “Francia fuerte” basada en el trinomio trabajo, patria y familia, y someter a referéndum los recortes de los derechos de los inmigrantes y los parados, parece empezar a dar sus frutos.
Sarkozy cree que Europa vive un clima nacionalista y ultraconservador similar al de los años treinta, y considera que Francia es hoy un país miedoso y volcado a la derecha. Y cabalga esos humores sin el menor rubor: en sus mítines ha hecho suyas frases y pasajes del libro de Marine Le Pen Pour que vive la France, y su principal asesor de campaña es Robert Buisson, un exconsejero del Frente Nacional.
La deriva del líder de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) cuenta con el beneplácito de la Derecha Social, el ala más extremista del partido. Y consiste en anteponer a Francia y lo francofrancés sobre todo lo demás para captar votos entre las clases populares y los agricultores. Un sondeo conocido el viernes señala que el 40% de la población rural votará a Sarkozy en la primera vuelta. Y el 17% a Le Pen. Solo un 14% lo hará por Hollande.
Para concentrarse en lo local, Sarkozy ha decidido aplazar sine die la prometida visita de Angela Merkel. Según el semanario Le Canard enchaîné, la razón es que el presidente piensa que ahora sería contraproducente. Ni siquiera el eslogan elegido, “La Francia Fuerte”, encaja con la presencia de la canciller, porque subrayaría la obviedad de que el fuerte es otro: Alemania. El lema ha sido acuñado por Jean Michel Goudard, un publicista jubilado que fue asesor de Giscard, y ha suscitado controversia porque retrotrae a un pasado poco glorioso: el Gobierno de Vichy utilizó uno muy parecido, “France plus forte”, para incitar a los jóvenes franceses a alistarse en el STO (Servicio de Trabajo Obligatorio), la leva que ayudó al III Reich. Aquella vergonzosa página costó la vida a cerca de 30.000 franceses en los campos alemanes.
Otros han preferido la ironía y han parodiado La France Forte cambiándole una letra (La France Morte), y señalando que suena casi como “Fráncfort”. Como el nivel de la campaña es paupérrimo, cualquier detalle se analiza a fondo. Y así se ha sabido que la foto del cartel de Sarkozy, en la que el presidente adopta la pose del capitán que jamás abandona la nave, con el mar en calma y el sol cayendo a su espalda, fue tomada en el Egeo. No se sabe quién situó la metáfora del timonel en el mar de los griegos subyugados por la austeridad merkozyana.
Pero sí se conocen otros detalles, a caballo entre la chapuza y el mal fario: cuando se hizo el cartel, ya había naufragado el Costa Concordia, y en el propio Egeo se hundió hace unos días el yate Yogi, del millonario Stephane Courbit, muy amigo de Sarkozy y uno de los invitados a la celebración de la victoria de 2007 en la brasserie Fouquet's de París, que causó el desencanto de muchos votantes horas después del triunfo y generó el apodo de “presidente bling bling”. El Yogi tenía 60 metros de eslora y era el más grande matriculado en Francia.
También ha trascendido que Patrick Buisson, irredento intelectual ultraderechista, es el inventor de la idea fuerza “el candidato del pueblo”, hoy diana favorita de la oposición, que ha recordado que Sarkozy ama los relojes de 40.000 euros, se subió el sueldo un 175% y aprobó exenciones fiscales para las grandes fortunas que han costado al Estado miles de millones. Buisson es la eminencia gris del recurso al referéndum como un medio de puentear a “los intermediarios” (léase sindicatos, tribunales, Parlamento), y se sabe que es el asesor político más respetado por Sarkozy. En 2010 escribió con el ministro del Interior Claude Guéant el discurso que sirvió para convertir a los gitanos rumanos en el chivo expiatorio de la crisis y justificar las deportaciones de masa.
Buysson es un personaje escurridizo que resulta familiar al releer La agonía de Francia, el clarividente ensayo firmado por el periodista republicano Manuel Chaves Nogales en 1940: católico ferviente, exalta las raíces cristianas del país (aunque también cultiva la masonería), y preconiza la unidad de todas las derechas, incluida la más radical, “para regenerar a Francia”.
Según Le Nouvel Observateur, el cerebro de la campaña del presidente de la segunda potencia del euro es hijo de un militante de Acción Francesa admirador de Maurras, estudiaba Historia en Nanterre cuando estalló Mayo de 1968, militó en el sindicato derechista Fédération Nationale des Etudiants de France (FNEF), y en los años setenta fue colaborador de Item, revista fundada como “instrumento de reflexión para luchar contra el terrorismo intelectual de la izquierda”.
En los ochenta, como director de una revista del mismo tenor, Minute, Buisson glosó con entusiasta lirismo el ascenso electoral de Jean-Marie Le Pen hasta convertirse en su íntimo. Luego, entre 2007 y 2009, trabajó para el presidente de la República como responsable externo de sondeos. Su generosa remuneración generó un escándalo que todavía no ha sido aclarado.
Este viernes, un tribunal administrativo de París ha obligado al Elíseo a entregar toda la documentación sobre las encuestas encargadas aquellos años, incluyendo facturas y resultados. En 2009, el Tribunal de Cuentas había establecido que la contrata, valorada en 1,5 millones de euros y firmada por el Elíseo con la empresa de Buisson, Publifact Études, era ilegal porque no se adjudicó mediante concurso público aunque la cantidad pactada así lo exigía. Un juez abrió una investigación, pero en noviembre pasado la Corte de Apelación le conminó a cerrarla al considerar que estaba sujeta al estatuto de inmunidad penal del presidente.
Seguir abrazados a la impunidad parece solo una buena razón más para que Sarkozy y Buisson sigan poniendo toda la carne en el asador del populismo hasta el 22 de abril.
Fuente: El País
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