
Pedro tenía 26 años. Hoy tiene 90, pero recuerda bien el encuentro. Padre e hijo hablaron de la familia, de la siembra, de poco más; los hombres del campo no suelen ser locuaces. Tras ese encuentro fugaz nunca más se volverían a ver.
La Guardia Civil estaba buscando a Pedro, como a muchos jóvenes huidos de pueblos de Cuenca, Valencia y Teruel para enrolarse en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, la AGLA, entonces numerosa, cuya actividad llegó a extenderse desde las sierras de Alicante hasta los Pirineos. El 14 de abril de 1947, tres meses después de aquel cruce azaroso de padre e hijo, una pareja de guardias civiles detuvo a Teófilo. En Levante, ante la intensa actividad de un maquis en su apogeo, el régimen franquista había declarado el estado de guerra, y el general Manuel Pizarro desplegaba el más duro repertorio de represión antiguerrillera: detenciones masivas, torturas, ejecuciones sumarias, ley de fugas. Los guardias encontraron al labrador Teófilo Román Alcorisa Monleón cuando estaba podando una viña. Se lo llevaron para interrogarlo sobre el paradero del hijo. “Nada podía decir mi padre –recuerda Pedro– porque no tenía ni idea de dónde estaba yo”. Teófilo fue conducido al cuartel de Arrancapinos, en Valencia. Los Alcorisa no supieron más. Aquel día comenzó para la esposa, para Pedro y para cinco hermanos una búsqueda que duró 60 años.
Fuente: Interviu. Reportaje completo en la edición impresa.
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