En los movimientos de protesta surgidos a partir del 15M hay un Gran Satán, un enemigo sobre el que descargar todo el odio: “los políticos”. Dentro ese concepto tan amplio hay visiones muy distintas sobre qué son los políticos y por qué odiamos a los políticos. Lo que tienen en común estas visiones es que la clase política en general aplica una serie de medidas que van en contra de los intereses y de los derechos de la mayoría de la población mientras ellos –“los políticos”- continúan en su posición de privilegio, ajenos a las medidas que ellos mismos toman.
La diferencia está en el porqué. Una visión afirma que los políticos elegidos por el pueblo han sido cooptados o chantajeados por poderosos
intereses: la banca, fondos de inversión, gran patronal… por lo tanto, esos poderes han robado la democracia. Pero otra visión, muy popular, se basa simplemente en que los políticos cumplen mal sus funciones por exceso de avaricia. Esta visión muestra a “los políticos” como un todo uniforme compuesto por personas corruptas partiendo del mantra “todos son iguales” que se lleva repitiendo hace unos cuantos años.
Esta visión, irreflexiva, visceral e indocumentada está construida a base de tópicos y lugares comunes, alimentada por la tele-basura y que tiene origen en mezquinos lugares de nuestra conciencia como sociedad. Sin duda todos habremos escuchado la frase “¿Acaso tu no harías igual si estuvieras en su lugar?” ¿Cuántas veces, aquellos que hoy claman contra la corrupción política, no entonarían esta frase ayer? ¿Cuántos de estos ciudadanos mientras se lanzan a la calle cometen fraude fiscal en una simple factura? No se somete al mismo linchamiento –merecido- a un cargo público que comete algún tipo de fraude que si el que comete el fraude es un poderoso banquero o un importante empresario. O Belén Esteban. Se podrá argumentar que el político hace mal uso del dinero público (el de todos) y que los otros son asuntos privados, pero cuando Botín defrauda cientos de millones de euros al estado (que también somos todos) está privando al país de un dinero necesario para pensiones, sanidad, educación, carreteras… con lo cual objetivamente no sería capaz de decir cual de los dos corruptos es peor. El problema es que hay un pensamiento insertado en determinados sectores de la población que exonera a los ricos de sus fechorías contra la sociedad, pues “¿acaso no harías tu igual si estuvieras en su lugar?”.
El “American Way of Life” o “sueño americano” se fundamenta en que todos tenemos la oportunidad de hacernos ricos. Sólo es necesario esfuerzo y dedicación. Aquel que permanece entre “los pobres” es porque no se ha esforzado lo suficiente o ha tenido mala suerte. Estas premisas son las que mucha gente tiene en su cabeza. El discurso del “emprendedor” que tanto escuchamos en los últimos años desde la derecha política y los medios opinativos del neoliberalismo y que también ha sido asimilado por el PSOE. La derecha, en sus años de gobierno, ha destruido parte de la base social de la izquierda de esta manera: el trabajador asalariado, por cuenta ajena, que trabaja junto a muchos otros trabajadores para un patrón, por sus condiciones económicas, debe tender necesariamente a la izquierda política. Como la mayoría social eran, en su momento, trabajadores, la derecha, defensora de los patronos, no tenía demasiadas posibilidades de ganar hegemonía social y por lo tanto, ganar unas elecciones generales. Cuando pudo ganar al fin, se aseguró de convertir a buena parte de estos trabajadores por cuenta ajena en trabajadores por cuenta propia, insertando así a buena parte de las clases populares en la misma lógica económica a la que están sometidos empresarios y banqueros: maximizar beneficios al menor coste, exigir bajadas de impuestos, demandas de crédito a los bancos y eliminar todo rastro de conciencia de clase en “los pobres”, que ahora luchan todos contra todos por la supervivencia. Aquí, en este escenario, es donde se hizo posible que el Sueño Americano fuera importado por la gente; la creencia, casi una fe religiosa, en el golpe de suerte, el pelotazo o la oportunidad de hacernos ricos.
Por consiguiente, si pensamos como “emprendedor”, creemos que tenemos abierto el camino para llegar a ser rico; por eso no cuestionaremos los fraudes o las fechorías de los ricos contra la sociedad. Cuestionaremos, eso sí, a “los políticos” que no nos bajan los impuestos o que nos imponen leyes que limitan mis beneficios económicos como la ley laboral que me obliga a pagar la seguridad social a mi par de asalariados. Por eso odiaremos al político que recibe un soborno, pero no al empresario que le ha sobornado. Este odio está dirigido realmente contra las caras públicas del estado, al estado mismo y crea la ficción de un mundo gobernado por personas avariciosas –con nuestro dinero- por una parte y sufridos emprendedores que arriesgan su propio dinero. Todo sustenado en la falacia de la "igualdad de oportunidades" que ignora deliberadamente la existencia de clases sociales. La fábula de que Emilio Botín comenzó de botones y acabó de banquero siempre se olvida de mencionar que su padre era el dueño del banco.
Por eso una parte del discurso contra “los políticos” viene de convicciones neoliberales. Pero no sólo neoliberales, sino muy conservadoras, desde el momento en que la gente se rasga las vestiduras por el empleo de coches oficiales como ejemplo de derroche institucional pero poca indignación se aprecia por el pago de miles de millones de euros a la Iglesia Católica. Es más, nada hemos oído contra los yates y jets privados de los ricos. Ni nadie cuestiona el hecho de que si en un trabajo tenemos que desplazarnos con coche, de ley sería que la empresa proporcionara un coche o al menos pague el kilometraje. No, el odio viene del “derroche público”, es decir, del gasto público. Es cierto es las instituciones han derrochado dinero público como el regalo de 400 euros a todas las nóminas, el cheque bebé… u otros ante los que la derecha calla como son la Expo 2008, las líneas de AVE, los aeropuertos de Ciudad Real, Castellón, Huesca, Lérida, etc. Pero para el pensamiento cavernícola también es un derroche el empleo público, el salario de los funcionarios. Capítulo aparte merece el ataque a los funcionarios y sus derechos laborales (presentados como “privilegios”)y la pretensión de los cavernícolas de igualar a la baja. Hay quien dice que la izquierda encauza políticamente la esperanza y la derecha tradicional encauza el miedo; esta nueva derecha, este pensamiento Tele-5, encauza la envidia.
Al final, esta gente sólo estaría contenta con “gestores que no hagan política” (como Franco, que no se metía en política). Pues sus deseos van a ser concedidos. Es lo que está pasando en Grecia y en Italia.
La consigna: la democracia 4.0.
En los últimos meses hemos visto como empuja con fuerza la consigna de la “democracia 4.0”, una reivindicación que apuesta por una mayor democracia directa a través de internet y que está siendo asumida por el 15M en la línea de su rechazo a “los políticos”.
A priori parece que es imposible no estar de acuerdo, desde posiciones de izquierda, con medidas de democracia directa. Pero hay razones de todo tipo para sospechar y de esta iniciativa y ponerla en cuarentena.
De momento cualquier persona progresista puede sentir un escalofrío al comprobar que tanto ultraderechistas, neoliberales, tertulianos de Interconomía y otros de mismo pelaje apoyan la reivindicación. Pero esto sería una anécdota si no nos fijáramos en la propuesta concreta:
¿Qué significa esto? Que por cada cien mil ciudadanos que votaran on-line, un escaño volvería al pueblo. Si fuéramos un millón, pues diez escaños para la ciudadanía. Simple. Democracia Real, de verdad. Cuando estoy interesado, entro y voto. Y cuando no, que vote su Señoría, que para eso se le paga.
http://www.demo4punto0.net/
La pregunta que viene a la mente es ¿qué es escaño “vuelve al pueblo”? ¿Quién decide cual es ese escaño?
Es obvio que esta propuesta nace de la visión de que “todos los políticos son iguales”, pues explica el parlamento como un todo uniforme, homogéneo, sin ideologías, sólo una masa gris de gestores. Esta visión es la del fin de las ideologías, íntimamente ligada al apartado anterior: no hay conflicto entre ricos y pobres, sino entre representantes y representados, entre “políticos” y “ciudadanos”, movidos los primeros sólo por la avaricia. Por tanto, si no hay conflicto de intereses entre ricos y pobres, no hay necesidad de partidos que representen a unos u a otros, con lo cual, también los partidos son rechazados y son presentados todos como máquinas que sólo buscan el beneficio de sus miembros (y este cuadro, esta representación deformada y grotesca de la realidad también se hace extensible a los sindicatos como concepto). De tal forma, como el parlamento es un aquelarre de ladrones, nosotros, “el pueblo” debemos ir restándoles poder… en las votaciones. Poco importa si ha habido debate previo o como nos hemos formado la opinión. No importa si restamos diputados al BNG, a IU-ICV, a ERC o a UPyD. Por esto, la propuesta de esta “democracia 4.0” no parte de la realidad, de la realidad de que hay diputados que defienden el interés general, el interés de los trabajadores, o el Planeta Tierra en el que vivimos, o el de los ciudadanos y hay otros que defienden los intereses de los mercados y las grandes fortunas. Y que sería estúpido que los ciudadanos restaran votos de aquellos que están defendiendo lo mismo que ellos.
Pero la mayor aberración de base que tiene esta propuesta es que presupone que los ciudadanos no están representados en el parlamento y, desgraciadamente, sí lo está.
El PSOE y el PP suman el 90% de los escaños. Están sobrerrepresentados gracias a una injusta ley electoral (y otros están infrarrepresentados), pero aun así, es cierto que la gran mayoría de ciudadanos les ha votado. Si la mayoría de los ciudadanos no está satisfecho con lo que han hecho, que voten a otro partido. Y si no existiera partido capaz de representarnos, creemos un nuevo partido. Y si no apostamos por participar en la democracia parlamentaria, digámoslo claro, pero si así fuera, esta propuesta 4.0. no tiene cabida.
Pero la realidad es que los ciudadanos han elegido mayoritariamente a los partidos que aplican las políticas de desmantelamiento del estado del bienestar, tanto PSOE como PP como CiU, PNV, Coalición Canaria, PAR, etc. Incluso sin reforma electoral, los partidos que se oponen por convicciones a los recortes han sido votados por un porcentaje muy pequeño de los electores. Pero no sólo la mayoría ha elegido a esos partidos, sino que en los referéndums también ha votado las medidas neoliberales: a favor de la OTAN y a favor del Tratado de Constitución Europea, que consagraba a categoría constitucional lo que estamos sufriendo ahora. Y tal vez, si se hubiera podido celebrar un referéndum sobre la reforma constitucional del pasado mes, hubiera salido aprobada tal reforma; nunca lo sabremos posiblemente. Pero si nos atenemos a las experiencias de referéndums anteriores podemos hacernos una idea de lo que hubiera pasado: bombardeo propagandístico constante desde todas y cada una de las emisoras de TV, metiendo miedo a la población en caso de salir el “NO” anunciando el apocalipsis en caso de contrariar a los mercados; omisión de cualquier opinión en contra de la reforma… de hecho, cuando Papandreu anunció el referéndum en Grecia, nuestros medios de comunicación se comportaron de esta manera… y menos mal que el referéndum era en Grecia que si no…
Los medios de comunicación orientan el voto de la mayoría de los ciudadanos. Es un hecho demostrado. Para que sea elegida la opción deseada, el único requisito es… dinero. Más dinero. Con los millones adecuados los medios son capaces de convencernos de que matemos a nuestros hijos. Con lo cual, lo que vale para referéndums o elecciones vale también para democracias 4.0. ¿Quiere decir esto que debemos renunciar a la democracia directa? No. Quiere decir que una mayor democracia en lo político debe ir necesariamente acompañada o precedida de una democratización de los medios de comunicación y que la información y opinión deje de ser coto exclusivo de banqueros y grandes empresas. Una democracia 4.0 sin esta democratización de los medios, no será sino un instrumento para legitimar de forma contundente las políticas contra los derechos y libertades que van a seguir llegando desde el Capital, pues los mismos medios que logrado sembrar la ideología populista-liberal de la envidia y el Sueño Americano en las mentes de las clases populares, dirigirán de la misma forma el voto por internet.
Y por último: el control y la transparencia del proceso de votación se vería comprometido. No hay manera de controlar el fraude de manera fiable por internet. Actualmente, las elecciones y referéndums se controlan por los ciudadanos, por los distintos partidos, etc. Con la democracia por internet la transparencia de los procesos no está asegurada. Y podemos afirmar con rotundidad que en una votación sobre mandar a banqueros a la cárcel, los banqueros usarán cualquier medida a su alcance para alterar el resultado. Cualquier medida. Legal o no. Democrática o no.
Por tanto, acabemos con la simplista retórica "contra los políticos" y pongamos a cada uno en su lugar. O de lo contrario podemos correr el riesgo de acabar viendo a las masas aclamar dictaduras de "gestores" a los que nadie ha votado y que impondrán mas medidas draconianas. Véase Grecia e Italia.
Fuente: 17M
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