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miércoles, 23 de febrero de 2011

El cuento del 23-F: los crédulos, los incrédulos y los ruiditos de sables

Treinta años después del espectáculo uniformado de aquel 23 de febrero en Madrid y en Valencia, considero oportuno reproducir un reportaje-entrevista al ex coronel del Ejército español,  Amadeo Martínez Inglés, así como comentar brevemente parte de una conversación con el plumífero cacereño  Javier Cercas, publicada hace tres días en ese diario que parece de izquierdas pero que no lo es tanto, en realidad.

Empiezo con el militar rebelde al que tanto admiro. Las declaraciones suyas que escogí son de 2001, y van más allá de explicar el fraude del "golpe", pero yo me ciño a la parte en que ofrece la versión extraoficial de lo sucedido   hace tres décadas. Extraigo el material de lo recogido por una de tantas webs alternativas que podemos encontrar en la Red.

Esto es lo que transcribo:

"25 años después de la muerte de Francisco Franco, el rey Juan Carlos es considerado por la sociedad española como el garante de las instituciones y el defensor de la democracia. Por ello, se ha vuelto casi intocable. Su prestigio como un monarca demócrata creció considerablemente después del 23 de febrero de 1981, cuando el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y los generales Milans del Bosch y Alfonso Armada intentaron dar un golpe de Estado, que en parte fracasó cuando Juan Carlos manifestó su rechazo a la intentona.

Sin embargo, justo 20 años después de dicho intento de golpe de Estado, han surgido dudas sobre quién en verdad está detrás de los golpistas. El coronel Amadeo Martínez Inglés, autor del libro 23-F. El golpe que nunca existió (Editorial Foca), sostiene ahora la siguiente tesis: Se trató de una operación político-militar-borbónica, dirigida por el rey Juan Carlos, quien estaba enterado de que un grupo de militares ultraderechistas preparaban un movimiento para derrocarlo.

El rey es también el protagonista de otro libro que revela sus negocios, sus relaciones sospechosas con los medios de comunicación y hasta posibles líos de faldas. Se titula El negocio de la libertad, y fue escrito por el periodista Jesús Cacho, publicado por la misma editorial, dirigida por Ramón Akal, un hombre sometido durante la dictadura a 11 sumarios del Tribunal de Orden Público.

Pacto de silencio

El coronel Martínez Inglés fue profesor de Historia Militar y Estrategia en la Escuela del Estado Mayor y testigo directo de los entresijos del Ejército durante el período de la transición como jefe de Movilización del Estado Mayor y jefe de la Brigada de Infantería de Zaragoza. Desde hace 17 años, empezó sus investigaciones sobre la intentona golpista.

Hace unos seis años, publicó el libro La transición vigilada, pero fue retirado del mercado a los quince días. En 1990 fue arrestado durante cinco meses en la prisión militar de Alcalá de Henares por defender la idea de crear unas fuerzas armadas profesionales, y se le apartó del servicio activo justo cuando iba a ser ascendido a general.

En entrevista, explica que hace 20 años no se registró un golpe militar: "Los golpes militares de dirigen desde el primer momento contra la cúpula del Estado, en este caso contra el rey; sin embargo, el 23 de febrero de 1981 al monarca no lo molestaron".

Afirma: "Los guardias civiles que entraron en el Congreso de los Diputados bajo la sórdenes del teniente coronel Tejero no iban en contra del rey, iban precisamente en su nombre, incluso dando vivas al monarca, como se observó en la televisión".

Prosigue: "Ese golpe, entre comillas, tampoco iba contra el sistema político. El general Armada, la cabeza visible en Madrid, llevaba en su bolsillo una hoja con un futuro Gobierno presidido por él e integrado por demócratas de los principales partdos políticos". Entonces, llega a la siguiente conclusión: "Fue una maniobra político-militar-institucional, puesta en marcha por el propio sistema, desde la Corona, para desactivar un golpe militar que se estaba fraguando para el 2 de mayo en los ambientes más radicales de la extrema derecha española, era un golpe contra el rey, preparado por militares que deseaban que España volviera al totalitarismo".

Enfatiza: "El rey, al ver lo que se venía, optó por tomar una decisión de dar un golpe, o pseudo golpe, o una maniobra para salvar su corona. El rey se salió del marco constitucional, y el fin nunca puede justificar los medios".

-- Sin embargo, el rey aparece como el hombre que salvó a España del golpe de Estado y como el garante de la democracia...

--La Corona española ha rentabilizado durante todos estos años aquel evento y el rey se ha convertido en un mito democrático. Eso es mentira, pues fue el rey Juan Carlos quien autorizó al general Armada a montar el 23-F.

--Entonces, ¿el rey jugó dos papeles, porque mientras Tejero estaba en el Congreso él salió en la televisión rechazando la sublevación?

-- Así es. Se dice que la reina encontró al rey llorando porque el general Armada-- su preceptor cuando era niño y hombre de confianza desde que era príncipe-- lo había traicionado. Yo creo que no es así. La operación fracasó por la actitud de Tejero al entrar en el Congreso de la forma como lo hizo, pistola en mano, disparando al techo. El rey no pudo asumir esa actuación.

"El rey fue alertado por sus ayudantes y le recomendaron que se quedara fuera de la maniobra. Entonces el general Armada intentó ir al Palacio de la Zarzuela a explicarle al rey lo que había sucedido y prometerle que lo solucionaría todo, pero el rey le dijo que se quedara en la sede del Estado Mayor a las órdenes del general Gabeiras. Y después lo arrestaron."

Comenta que como militar, ha estado relacionado con muchos militares que actuaron ese día en el Estado Mayor de Valencia, en el Estado Mayor del Ejército y en la cúpula militar: "He hablado con unos y otros y resulta que la versión oficial no es real. El general Armada despachó con el rey 11 veces en un mes y pico antes del golpe."

Recuerda que se destacó el hecho de que el general Milans del Bosch hubiera sacado los tanques en Valencia, "pero los tanques salieron en plan de desfile, sin munición, respetando los semáforos. Un golpe de Estado no se monta así. En un verdadero golpe hubieran salido en Madrid y hubieran ido al palacio del rey, no en Valencia".

El coronel Martínez Inglés coincidió durante los seis meses que estuvo en la prisión de Alcalá de Henares con el general Milans del Bosch, que en ese entonces tenía 75 años y llevaba ya nueve años en la cárcel.

Conversaron en varias ocasiones y Martínez Inglés incluye en su libro las únicas declaraciones de Milans del Bosch sobre esos acontecimientos. El coronel le prometió no divulgarlas hasta después de su muerte y ha cumplido haciéndolo ahora a los cuatro años de su fallecimiento.

Milans del Bosch dijo: "El rey quiso dar un golpe de timón institucional, enderezar el proceso que se le escapaba de las manos y, en esta ocasión, con el peligro que se cernía sobre su corona y con el temor de que todo saltara por los aires, me autorizó a actuar de acuerdo con la sinstrucciones que recibiera de Armada".

Afirma que después el general Armada siguió teniendo mucha amistad con el rey, con quien hizo un pacto de silencio. "No acusó a su señor, se calló y estuvo solamente cinco años en la cárcel, después lo indultaron. Sin embargo, el general Milans, un hombre completamente distinto de Armada, no es un hombre de Palacio sino un militar más puro, fue engañado y abandonado, siguió en la cárcel durante nueve años".

Nada de lo transcrito ha servido de inspiración para los guionistas de las cadenas de televisión, especialmente las privadas, que han producido esas ñoñas miniseries en que se acaba ensalzando a la figura regia y al triunfo de la democracia española frente a esta "amenaza" y a otras que pudieran venir.

Pese a que la ciudadanía, a lo largo de estos años, no ha dejado de poner en duda la propaganda mediática y la supuesta ejemplaridad institucional, no faltan todavía personajes que se presten a marear la perdiz con pequeñas aportaciones dirigidas a un presunto público dado a tragarse cualquier pamplina.

Entre estos estómagos agradecidos del sistema, personajetes enamorados de lo políticamente correcto, tenemos al que cité al principio de este artículo, a don  Javier Cercas, en el papel de mosca cojonera que se aferra a clavos ardientes.

Este señor, autor de una obra a caballo entre la novela y el ensayo,  "Anatomía de un instante"(Mondadori, 2009), ganador del Premio Nacional de Narrativa de 2010, sostiene en su galardonado bodrio que no existe el llamdo enigma del 23-F. Según este listillo de la pluma o el teclado  "el rey cometió errores, frivolidades, como los cometió todo el mundo". Encima está el tío convencido de que  "el fracaso del golpe fue esencial para consolidar la democracia, y una vacuna". Vacuna, dice. No será para prevenir la estupidez aguda o la crónica.

Desde la muerte de Paquito Rana, o el de los Pantanos, hasta la fecha que hoy se recuerda en el Estado español, el avance del comunismo legal, el cuestionamiento de la economía de mercado y la inconformidad manifiesta de algunos nacionalismos con el orden establecido (más bien, impuesto) causaban pavor entre la alta burguesía española y el custodio de la falsa Transición, o sea, el Gobierno de Estados Unidos. Había que organizar un número que generalizase el temor de la sociedad a volver al pasado abiertamente fascista para robustecer la imagen de la Monarquía como avalista de la paz, la estabilidad y la libertad en el anómalo país de la bandera roja y gualda.
Ronald Reagan pasaba unos días en Madrid por aquel entonces, y el Borbón tardó demasiadas horas en dar la cara ante sus súbditos.

La Movida madrileña, la heroína, la cocaína entre las clases humildes, la telebazofia, el consumismo, el ingreso hasta el fondo de España en la Alianza Atlántica, en la plutocracia europeísta, el recorte progresivo (es casi lo único que progresa) de los derechos de los trabajadores, la oposición al federalismo territorial, la no infrecuente impunidad policial, el terrorismo de Estado, la corrupción política y administrativa, el descenso del nivel cultural, ela scenso de una derecha victoriosa que no deja de humillar a una izquierda vencida y apenas reconstituida, etc, etc., marcaron nuestra Historia reciente y empaparon de capitalismo fanfarrón y robustecido nuestros ganas de ejercer efectivamente nuestro poder, el popular.

No vivimos democráticamente, por muchas revistas que haya con mujeres enseñando las domingas o porque podamos hablar de sexo sin que nos echen salsa de Tabasco en la lengua. La innovación científica y tecnológica no acompaña a los cambios necesarios de las mentalidades. Esto es un sistema de gobierno "representativo" posfranquista-reformista. Muy poco más.

Objetivamente, tendríamos que estar listos para las barricadas, mas subjetivamente es aún una minoría quien está dispuesta a caminar hacia una revolución (no una "revolución").

El 23 de febrero no nos curaron el miedo. Todo lo contrario. Nos enseñaron a confiar en el zorro que vigila el gallinero.

Cuando se produzca una ruptura democrática con el régimen aborrecible nacido de un tremendo golpe (éste sí) hace casi setenta y cinco años, comenzaremos a refundar el Estado multipopular y plurinacional desde la voz soberana de quienes no tenemos coronas sobre nuestras cabezas, sino ideas y esperanzas, hambre de liberación inaplazable.


Fuente: Rafael Pessini/Kaosenlared

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