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viernes, 9 de noviembre de 2012

Solomon: "Hay que seguir luchando pero esta vez sólo con palabras y argumentos"

David Solomon tenía 18 años cuando el 4 de octubre de 1936 un grupo de “camisas negras” fascistas, seguidores de Hitler y Mussolini y dirigidos por Oswald Mosley, marcharon sobre el barrio londinense de East End, de población mayoritariamente judía. Solomon, junto con otros ciudadanos británicos, acudió a Cable Street para evitar la concentración fascista al grito de 'No pasarán'. Ambos grupos protagonizaron una sangrienta lucha que pasó a la historia como la batalla de Cable Street, conocida como el punto de inflexión que marca la decadencia del movimiento fascista en Gran Bretaña.

Sin embargo, para Solomon la lucha contra el fascismo no había hecho más que empezar. Meses después se alistó a las Brigadas Internacionales, cambió su apellido de Solomon a Lomon, para evitar ser reconocido como judío, y acudió en defensa del Gobierno legítimo de la República ante el golpe de Estado militar. “Vine a España a luchar por la democracia. No se trataba de luchar por la derecha o por la izquierda sino de defender la libertad”, asegura a Público Solomon, de 93 años.

Con apenas 18 años, Solomon dejó una carta a su madre y sus hermanas, en la que no confesaba sus intenciones de participar en la Guerra Civil española, pero que justificaba su partida. De Londres partió a París donde fue recibido por el PCE. Al tercer día cruzó los Pirineos y tras un largo y tortuoso viaje llegó a Madrigueras, municipio situado al norte de la provincia de Albacete, donde se estableció el campo de entrenamiento de las Brigadas Internacionales.

“Durante la formación me enseñaron a utilizar la ametralladora rusa Maxim, un arma vieja y pesada que se refrigeraba con agua y requería mucho mantenimiento. En una ocasión en que estábamos luchando en una zona alta de montaña, se congeló el agua y entonces descubrimos otro uso para el brandy español: sustituimos el agua por brandy y la ametralladora siguió disparando.”, recuerda David Solomon o Lomon, como es conocido en España.

La batalla del Ebro

La guerra, sin embargo, no marchaba bien para los intereses de la República. Como relata David “el bombardeo constante de los pueblos y aldeas estaba pasando factura” al bando republicano. El ejército fascista español, bien equipado y reforzado con las tropas italianas y la aviación alemana seguía ganando terreno. Málaga y Teruel ya habían caído y ahora las tropas de Franco se dirigían de nuevo a Madrid. Solomon se mantuvo en el frente del Ebro, donde participaría en su último batalla durante la Guerra Civil.

“Estuvimos luchando a lo largo del río Ebro en la que iba a ser mi última batalla. Fui capturado por tropas italianas, aunque no sé exactamente cómo sucedió aquello, ya que me encontraron boca abajo e inconsciente. Lo último que recuerdo fue la defensa de un puente en algún lugar a lo largo del Ebro y mi despertar en la parte trasera de un camión custodiado por las tropas italianas. Tuve suerte. Si me hubiesen encontraron los moros habría muerto allí mismo”, apunta David, que añade que el ejército fascista del norte de África era el verdadero terror de los combatientes. “No aceptaban tu rendición como un soldado italiano. Te mataban sin más”, asegura.

Olvidar el campo de concentración

El ejército italiano trasladó a David al campo de concentración de San Pedro de Cardeñal, primero, y al de Palencia, poco tiempo después. “Cuando estás en un campo de concentración no quieres recordar nada. Cuando sales de allí tratas de olvidarlo todo”, señala David, quien a pesar de los esfuerzos sigue recordando lo que sucedió dentro de las vallas del campo. “Pasé unos meses horribles. La Gestapo venía cada pocas semanas a llevarse ciudadanos alemanes y, en particular, a judíos. Fue entonces cuando agradecí el consejo que me dieron en Londres de cambiar mi nombre; eso me salvó la vida”, apunta David, quien pudo salir del campo de concentración como moneda de cambio con presos republicanos.

“Nos llevaron a un lugar de la frontera francesa, donde se procedió al intercambio. Luego nos llevaron en tren hasta la costa y nos embarcaron en un buque que nos devolvió a casa”, recuerda. Desde Londres, escuchando la radio, David conoció que el bando fascista del general Franco había ganado la guerra. 73 años después, lo recuerda como si fuera ayer. “Me sentí tan enfadado como si fuera un ciudadano español. Esta batalla también era mía. Me junté con otros compañeros brigadistas de Londres. El sentimiento era compartido de pena y de tristeza. Vinimos a luchar contra el fascismo y perdimos. La Guerra Civil española fue solo el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Continuar la lucha

En el 76 aniversario de la llegada de las Brigadas Internacionales a Madrid, en defensa del legítimo Gobierno de la República, David se muestra preocupado por la situación socioeconómica del país. Afirma haberse visto sorprendido al llegar ya que no esperaba que “España estuviera así de mal”. Desde la perspectiva que le otorga la historia, a sus 93 años, emplaza a la gente joven a volver a luchar unidos, pero “no con puños”.

“Hay que seguir luchando pero esta vez sólo con palabras y argumentos. Hay que propagar al mundo lo que está pasando. Contarlo. Hay mucha gente en el resto del mundo que también lo está pasando mal y no sabe lo que está sucediendo en España. Tenemos que estar unidos. Pero siempre alejados de los extremismos de la derecha y de la izquierda”, emplaza.

Antes de despedirse, David se lamenta de que la gente joven no sabe muy bien qué sucedió ni en la Segunda Guerra Mundial ni en la Guerra Civil española. “Los padres deberían contarle a sus hijos lo que vivieron sus familias durante este tiempo”, asevera. ¿Qué deben contar? La Guerra Civil es fácil de resumir. Se trata de explicar el fascismo y cómo la Iglesia prefirió apoyarlo antes de defender a las clases obreras trabajadoras.

Fuente: Público

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