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viernes, 13 de enero de 2012

Estado de alarma: Crisis + deriva fascista de Hungría

El petróleo aproximándose a su máximo histórico del verano de 2008 en los días que se cocía la revelación de la crisis. El euro en niveles mínimos como cuando, en Febrero de 2010, comenzaron los primeros ataques especulativos a la moneda europea, tolerados y bastante silenciados. Es decir, alguien se está lucrando -y mucho- con esto. Hemos añadido un nuevo factor: “la crisis de la deuda“, totalmente artificial y con fines únicamente especulativos. Crisis alimentaria provocada: también fue, en 2008, otra de las bases del cambio de paradigma mundial propiciado por el neoliberalismo y sus actores (aunque igualmente del estallido social fuera de Europa). Tras tres años de crisis oficial, se reproducen –agravadas- todas las causas que la desencadenaron y surgen algunas más. Varios gobiernos democráticos han sido sustituidos por tecnócratas.
Los grandes poderes financieros se sientan en los ejecutivos sin ningún pudor, incluso en España con el Ministro “Lehman Brothers” (el detonante de la crisis). Hasta la UE se ha dotado de un Tratado neoliberal al que han llegado por métodos escasamente democráticos. Los gobernantes no parecen ver otra solución a la crisis que recortes para la población, con todos los mecanismos de la manipulación de masas desplegados. Es el manual que llega a su cénit, a su reválida. Vivimos un momento tan insostenible que puede desembocar en soluciones de todo signo.

¿Nos falta la chispa? Podría ser Hungría. Algún antecedente: Fue el primer país en rebelarse al dominio soviético en 1956, la revuelta fue aplastada por el Kremlin. Fue también el primer país, durante el histórico 1989, que abrió sus fronteras a Occidente emprendiendo una senda socialdemócrata. Su acción tuvo una decisiva influencia en la apertura del Muro de Berlín y la desintegración del comunismo del Este. Entró en la UE en 2004. Recientemente… ha sido también el primer país de la zona en sentar a la ultraderecha en los parlamentos, incluso en el de Estrasburgo.

El filósofo italiano Paolo Flores D’arcais lanza un grito en la Cuarta Página de El País afirmando que Hungría se desliza hacia el fascismo. Una Hungría, por cierto, cuya economía está en niveles de bono basura. Lo que a Flores le preocupa más -y le hace asemejar la situación con la de 1938 con el florecimiento de los totalitarismos de ultraderecha, votados algunos en las urnas, que acabarían en el estallido de la II guerra mundial-, es la tolerancia de los Gobiernos europeos, y en particular de la UE, hacia estas derivas fascistas. Es uno de los puntos que también recojo en La energía liberada. Con sus ejemplos, naturalmente. Flores llama a los ciudadanos a que hagan “de la “cuestión de Hungría” un problema suyo”. Y sentencia con razón: “Si queremos evitar el contagio, es necesario que tratemos a los apestados como apestados”.

La Hungría fascista es un frente importante por cuanto supone admitir un cáncer gangrenoso en nuestro seno, pero la comparsa de todos los factores que influyen y que citaba al comienzo de este texto, confirman que nos encontramos en un momento crítico y que no se puede seguir mirando para otro lado si no queremos ser cómplices de una catástrofe de dimensiones impredecibles. No podemos seguir distraídos con zanahorias locales, si no es para mirarlas como lo que son realmente: una parte más del complot.

Así comienza el artículo “Hungría se desliza hacia el fascismo”. Es un puro grito:
“La Hungría democrática nos llama; la Europa institucional hace oídos sordos y da largas, llena de hipocresía. Sin embargo, aunque los Gobiernos europeos quieran perder el tiempo en burocracias y procedimientos paralizadores e irresponsables, es necesario que los ciudadanos europeos hagan de “la cuestión de Hungría” un problema suyo, una batalla suya. Una batalla que ya es inaplazable.

El Gobierno de Viktor Orban ha impuesto una nueva Constitución que pisotea los derechos democráticos mínimos que Europa considera vinculantes e irrenunciables para cualquier país que desee adherirse a la Comunidad. Se ha modificado la ley electoral a medida para facilitar al partido de Orban futuras victorias, se ha amordazado a la prensa y la televisión, los magistrados están sometidos a la voluntad del Ejecutivo, el Banco Central ha perdido cualquier margen de autonomía, y el nacionalismo y el racismo se han convertido en el aglutinante popular de este auténtico fascismo posmoderno”…

Fuente: ATTAC

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