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domingo, 11 de septiembre de 2011

Salvador Allende: La libertad de morir

La imagen de la tragedia es el descenso: libertad y destino marcan las acciones de un hombre sin que una estorbe al otro. El poeta cubano José Lezama Lima describió a Salvador Allende como el arquetipo de la victoria americana, como un héroe, es decir, alguien con la única libertad de morir para ser fiel a su identidad.

Allende “asumió la rectitud de su destino, desde su primera vocación hasta la arribada de la muerte”. Con su desaparición el 11 de septiembre de 1973, bajo las bombas de dioses mezquinos, Chile tuvo su tragedia; después vendrían los dramas y las comedias: 3.200 muertos, 8.000 torturados y cerca de 300.000 exiliados.



“Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, dijo Allende en La Moneda. Un destino es trágico no por la manera en que se muere, sino por lo inexorable de la vida. En este sentido, la muerte de un héroe viene a rematar su vida como eslabón necesario de una trama secreta en la que para acabar con el hombre, como dijo algunos años después Mario Benedetti, había que quedarse sin pueblo.

Al gritar ¡Allende vive! no se niega una muerte, más bien se traza una distinción entre la mudez de los opresores y la “muerte creadora”, agrega Lezama, de un hombre que vuelve una y otra vez sobre su tierra para combatir a lo que llamó “la felonía, la cobardía y la traición”.

“Al morir ya está a su lado el nuevo retoño del grano de trigo”, insiste el poeta cubano. La “muerte creadora” arrastra consigo una promesa para los otros, los que quedan para padecer drama y comedia. Mujer, campesino y obrero fueron invocados en el último instante. Quizás esto sea lo más próximo a la catarsis trágica: conciencia de muerte y reconocimiento de la identidad en la alteridad.

Oriundo de Valparaíso, convencido de que las libertades políticas son conquistas de los pueblos y no dádivas celestes, a sus 64 años, para tratar de detenerlo “tuvieron que asesinarlo muchas veces”; lo que no sospecharon sus homicidas es que las tragedias no le ocurren a un hombre sino a sus compañeros.

Fuente: AVN



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