Carmen Jerez murió embarazada y a tiros. Los falangistas la sacaron de su casa de A Fervenza (O Barco) en 1944 y la violaron durante meses. Los carteles que sus asesinos colgaron con la imagen de su cadáver en los escaparates de Ponferrada daban a entender que había caído a manos de la guerrilla antifranquista a la que protegía. La de esta mujer es una de las seis historias de As Silenciadas, el recuerdo documental de la represión sufrida por las guerrilleras de la chaira, las colaboradoras necesarias de los otros guerrilleros, los del monte, que sí dejaron nombres en los libros de Historia. El documental, una obra a cuatro manos de la filóloga Aurora Marco y del cineasta Pablo Ces, madre e hijo, recorre estos días los municipios de Galicia, a pocas semanas de la publicación de una obra más extensa, un libro en el que la primera lleva cinco años trabajando y en el que aparecen citadas más de 200
mujeres.
"Fueron torturadas, violadas, parieron en la cárcel y sufrieron después el exilio interior", describe Marco, que empezó a interesarse por los enlaces femeninos de la guerrilla durante una investigación anterior, la que desembocó en su Diccionario das mulleres galegas (2007). El compromiso de algunas con la resistencia antifranquista era conocido -es el caso de la maestra Enriqueta Otero, presa durante 19 años- pero en la mayoría de los casos la represión vino seguida de un olvido casi total. "Fueron el eje invisible del acontecimiento histórico, la columna vertebral de la guerrilla. No estaban solamente para labores de emergencia, combatieron y pasaron a la clandestinidad como ellos", sigue Marco.
La revisión de las denuncias que las llevaron a la cárcel muestra que su tarea no era en absoluto menor. "Tenían conocimiento desde hace algún tiempo de donde se ocultaba una partida de rojos huida de la que formaba parte el marido de Celia (Valle) hasta que fue detenido, a la que prestaban en diversas ocasiones servicios, facilitándoles vendas, productos farmacéuticos y alimentos necesarios para su subsistencia", recoge el documento. Encausadas aparecen tres mujeres más de la misma familia de Casaio (O Barco) porque la guerrilla implicó a familias enteras y tejió una amplia red de apoyos, materializada en guaridas clandestinas, o chozos, como se los conocía en la zona de Valdeorras, en los lugares más insospechados. Uno de ellos era la mina de wolframio de Casaio: aunque al servicio de los alemanes, que necesitaban el mineral para el revestimiento de sus obuses, sirvió de forzoso lugar de encuentro entre los presos comunistas obligados a trabajar el yacimiento. En los montes de la misma parroquia resistió hasta mediados de los años cincuenta la Cidade da Selva, que acogió importantes reuniones de guerrilleros de toda Galicia.
Más modesta era A Fortaleza, la casa que los Rodríguez López prestaban a los rebeldes de la zona. La familia de Consuelo Rodríguez, Chelo, profundamente anticlerical, perdió a varios de sus miembros en el monte. Los primeros fueron los padres, fusilados cerca de su vivienda de Soulecín una mañana de octubre de 1939. A su hermano Sebastián, encarcelado y condenado a muerte, Chelo le pasó armas para que "al menos muriera luchando, como era su ideal". Combatió en el monte y vio caer a su pareja, Arcadio Río. En abril de 1949 consiguió entrar en Francia. "No tenía ningún papel, solo la pistola que llevaba en el bolso, por si alguien me pedía la documentación responder con mi pistola", recuerda Chelo en el documental. Hoy vive en la Bretaña francesa y está a punto de cumplir los 92 años.
El perfil de la guerrillera de la chaira es el de una mujer de pueblo, hija, madre, hermana o novia que da alimentos, armas y refugio a los que resisten en el monte, lo que no quiere decir que, detrás del compromiso familiar, no exista una meditada militancia política. "Eran mujeres muy ideologizadas, la mayoría comunistas, y pasaron por las cárceles más duras de entonces", recuerda Marco. El régimen franquista las encerró durante años, en ocasiones más de una década, en prisiones alejadas de Galicia, como Las Ventas, Alcalá de Henares, Málaga o Segovia. "A los nietos no nos dejaron sin abuelos, nos dejaron también sin padres", asegura en el documental una de las nietas de Carmen Rodríguez, enlace de Alvaredos (Quiroga), que buscó refugio en A Coruña al salir de la cárcel. Cuando el dictador veraneaba en Meirás, la Guardía Civil pasaba siempre por su portal.
Fuente: El País
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El silencio de las "Guerrilleras"
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