Alexis Tsipras ha vuelto a ganar las elecciones. Es la tercera cita electoral de la que sale victorioso en apenas nueve meses. Se la jugó Tsipras llamando a las urnas tras dar una vuelta de 180 grados a su política antiausteridad, justo en el momento en que miembros destacados de su partido le daban la espalda. Este domingo los griegos le han apoyado en masa.
A pesar de la importante sangría de votos a través de la abstención (ha aumentado casi un 8% en comparación con las generales de enero), se puede decir que Tsipras se ha salido con la suya. Ahora le toca lidiar con un programa de austeridad ya firmado y que está obligado a cumplir. En las calles de Atenas pocos dudan de que en los próximos meses no faltará la ya tradicional tensión e inestabilidad política en el parlamento heleno.
Las encuestas que pronosticaban un empate técnico entre Syriza y Nueva Democracia han resultado ser inciertas una vez más. Tsipras ha ganado con siete puntos porcentuales de ventaja sobre Nueva Democracia. Y podrá volver a formar gobierno con sus socios en el gabinete previo, los nacionalistas de derecha ANEL (Griegos Independientes).
Precisamente con Panos Kamenos, líder de ANEL, ha cerrado Tsipras su discurso de victoria, mucho más modesto, tanto en escenario como dialéctica, del que le coronó como el primer ministro más joven de la historia de Grecia el pasado mes de enero.
“Hemos dado una batalla difícil, y estoy contento porque el pueblo nos ha dado un mandato claro para seguir luchando, tanto en Grecia como en el exterior”, ha exclamado Tsipras en una pequeña tarima desde la caseta de Syriza de la céntrica avenida Stadiou. “Hoy, en Europa, Grecia y el pueblo griego son sinónimos de resistencia y dignidad, y vamos a continuar esta lucha durante los próximos cuatro años”, decía Tsipras.
El siguiente paso es formar gobierno lo antes posible, para mostrar estabilidad y afrontar “las dificultades que quedan por delante”, en palabras de Tsipras. Al final el líder izquierdista podrá reeditar la coalición con ANEL. El abrazo entre los dos líderes durante la fiesta de Syriza certifica la intención de formar un ejecutivo sólido. “Ahora tenemos un terreno estable sobre el que trabajar”, añadía el próximo primer ministro griego.
Nueva decepción en Nueva Democracia
“Me siento bastante contenta, pero esta sensación no tiene nada que ver con la de las últimas ocasiones”, decía Joana Efstathion en la caseta de Syriza. “Ahora sabemos que no se pueden cambiar muchas cosas”. Esta funcionaria dice haber votado a Syriza desde hace años. “Al menos ellos sí se preocupan por la gente, por la gente más desfavorecida. Creo que, aunque sea poco, algo sí harán por ellos”.
A su lado Georgia Akouloglou también piensa que Tsipras encontrará “maneras de ayudar a quien más lo necesita”. Aun así, no consigue eliminar por completo la resignación de su voz. “El problema es con quién forma gobierno ahora. ¿Con ANEL? Yo creo que este tipo de pactos le van a acabar pasando factura al final”.
A 500 metros de distancia, en la caseta montada por Nueva Democracia en la plaza Syntagma se volvía a sentir la decepción una vez. “Yo ya me había hecho la idea de que íbamos a quedar segundos, pero no con tanta diferencia”. Panagiotis es un policía municipal que espera que el partido conservador griego se embarque en una profunda remodelación. “No puede ser que con esta situación: control de capitales, los bancos cerrados… Nueva Democracia no consiga sacar más votos. Se necesita un cambio por completo, incluso de nombre”.
No es la percepción que tenía Ctheofanis Malamos, miembro de comunicación del equipo de Nueva Democracia. “Yo creo que han sido unos buenos resultados. En las últimas elecciones hubo una distancia mucho mayor. El partido está mejorando y creciendo otra vez”.
Alegría contenida
Al conocerse los resultados a pie de urna, la caseta de Syriza saltaba de alegría. Aunque lejos de las fiestas y las explosiones de júbilo de otros días, la gente agitaba banderas e incluso se arrancaba tímidamente a cantar el cántico de “Syriza, Podemos, venceremos”. Cierto es que en ese momento había casi más periodistas que seguidores de Tsipras. Casi se convertía en un reto encontrar a algún griego que no estuviera siendo entrevistado. Y cuando finalmente se lograba, no todos habían su voto a Syriza.
“Para mí está bien que haya ganado Tsipras. Bien, sin más. Yo es que he votado al KKE”, aseguraba Aristotelis Poulai. “Tengo muchos amigos dentro de Syriza y lo prefiero a cualquier otra opción socialdemócrata, pero es que creo que no van a dejarles hacer muchas cosas. Al menos parece que el KKE sí va a poder entrar en el Parlamento”.
Kiriakos sí se mostraba mucho más contento. “Estoy feliz por el resultado, pero me gustaría que la distancia entre Syriza y Nueva Democracia fuera todavía mayor”. El joven de 35 años lleva dos años en el paro y espera que Tsipras “consiga oportunidades para poder encontrar trabajo”. “Solo ha estado siete meses en el gobierno, no ha tenido tiempo de nada. Yo quiero que esté ahí durante tres o cuatro años. Tengo la esperanza de que puede hacer muchas cosas”. En la carpa instalada en la reinaba la esperanza y la ilusión por encima del desánimo generalizado que ha protagonizado esta campaña electoral. Y es que en este día de urnas, la sensación de fiesta y celebración que ha gobernado en las dos últimas convocatorias electorales ha desaparecido.
Tercera cita electoral en un año
En la puerta del colegio electoral de la calle Spirou Merkouri, en el barrio ateniense de Pangrati, un hombre mayor se apoyaba con un brazo y pedía dinero con el otro. Intentaba sacar algo de limosna de la piedad de los creyentes en la política griega. “Hace falta tener fe para venir a votar hoy”, contaba Panos, un jubilado que pasó más de 35 años trabajando en el sector bancario.
Ha sido la tercera vez en un año que se llama a las urnas a los cerca de 10 millones de griegos que están obligados a ejercer su derecho al voto. Aunque muchos han decidido no hacerlo. La abstención ha alcanzado el 42%. Panos, en cambio, sí ha acudido. Con su mujer e hija. “He votado a Nueva Democracia, aunque con mucho miedo porque estoy cansado de tanta corrupción”.
En Pangrati, una zona residencial de clase media alta, solo se veían voluntarios de los partidos más izquierdistas del panorama griego: Unión Popular (escindidos de Syriza), KKE (partido comunista) y Antarsya (izquierda anticapitalista). No obstante, todos los votantes consultados se decantaban por Nueva Democracia. “Necesitamos que esta inestabilidad se acabe”, decía Andonis Mavridis mientras esperaba que su mujer saliera de votar “también a Meimarakis", el candidato conservador.
Por contra, en Kolonaki, un barrio pudiente y tradicionalmente conservador, era posible encontrar votantes de Syriza con facilidad. Virginia ha viajado desde Bruselas, donde trabaja como intérprete, para poder votar. “Les voto porque todavía tengo esperanza”, explicaba. “Claro que me siento traicionada después de haber votado ‘no’ en el referéndum, pero también creo que no fue culpa suya. No les dejaron otra opción”.
Precisamente a este respecto se ha referido el que fue ministro de Finanzas, el carismático Yanis Varoufakis. Además de votar por la lista de Unidad Popular, Varoufakis ha dicho que estas elecciones son una “legalización de la capitulación que siguió a la firma del humillante e irracional tercer programa de rescate”.
Otro griego de nombre Yanis, en este caso un empresario inmobiliario, tampoco apoyaba a Alexis Tsipras, aunque por motivos muy diferentes. “He votado a Nueva Democracia. Nos tenemos que deshacer de Syriza como sea”. Mientras su hijo revoloteaba dentro del colegio electoral de Kolokani, el hombre de 47 años decía que, si pudiera elegir, le gustaría que Syriza entrara en un gobierno de gran coalición. “Me gustaría que se vieran obligados a cumplir lo que dijeron que harían. Si no estarán en la calle, organizando protestas, y eso sería peor”.
Fuente: Publico
lunes, 21 de septiembre de 2015
Tsipras cierra la victoria de Syriza apelando a la "resistencia y la dignidad" del pueblo griego
10:00
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