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miércoles, 12 de febrero de 2014

La subversión del lenguaje

Ya hace muchos años, en plena efervescencia del cambio social que reclamaban las clases trabajadoras de nuestro continente, la derecha europea aprendió a utilizar el lenguaje para fines contrarios, con los que nacieron. Los maestros de la confusión, en un arranque de demagogia sin límites, hicieron nacer el fenómeno de populismo. Un populismo que mientras daba un coche del pueblo a sus congéneres(Volkswagen), asesinaba de forma planificada a millones de personas opositoras a su sistema señorial, transportando a la humanidad al neoesclavismo

Nada peor que la mofa de las SS alemanas en los campos de trabajo que ironizaban acerca de la fundamentación del trabajo libre realizada por el propio Tomasso Campanella en su Ciudad del Sol, cuando hablaba de una sociedad arcaica en el que los hombres eran libres a través del trabajo creativo y marchaban contentos al trabajo, acompañados de bellas músicas. Para dejar claro el espíritu burlesco de los señores de la guerra, como nuevos amos del mundo, en la entrada de los campos de exterminio nacionalsocialistas se disponía de un gran rótulo que decía “El trabajo os hará libres” ("arbeit macht frei"). Asimismo se dispuso que cuando las compañías de trabajadores forzados fueran a trabajar fuera del campo, marcharan al son de una compañía de música. Nada más desagradable que ese recuerdo para dejar constancia de la significación de la subversión del lenguaje, como forma de arrebatar el alma de las clases trabajadoras, a las que la República española les dedicó en su prefacio constitucional que “España era una República de trabajadores de toda clase, que se organizan en régimen de Libertad y de Justicia”.

Tras el golpe de estado de varios generales, que decidieron acabar con el sueño de un país mejor, que recompusiera su vieja imagen colonial, esos generales africanistas convirtieron España en su propia colonia privada. Tras la dictadura, legaron el poder a una Monarquía que no se distingue precisamente por apoyar a los trabajadores de toda clase, y sí a los truhanes de cualquier pelaje. En España son cada vez menos los que trabajan y desciende alarmantemente el número de trabajadores afiliados a la Seguridad Social, mientras se concentra y crece la riqueza del país en menos manos que nunca. Nuevos héroes triunfadores de esta sociedad que nos es dado conocer tiene en algunos banqueros como Botín, Blesa, González, Fainé o empresas como las regidas por Amancio Ortega, Juan Roig y otros, sus máximos exponentes. En todos ellos coexiste su ausencia de espíritu creativo empresarial industrial, ya que o son del sector de la construcción, turismo, servicios o se dedican al comercio con empresas que producen en países terceros con costes laborales y ambientales escandalosamente bajos. Mientras caen en picado los presupuestos de Investigación y formación profesional, convirtiendo a nuestro país en un país campeón en paro, comercio de drogas, casinos, prostitución y corrupción política mafiosa.

Tal fenómeno de concentración del poder económico asociado a un vendaval de corrupción, ajeno a un espíritu empresarial de trabajo, ha ido asociado al incremento de la subversión del lenguaje y concentración mediática. El neopopulismo tilda a “la Roja” al corrompido mundo del fútbol español y su Marca España; el “PC” ha pasado a representar el mundo del “Personal Computer” que hace que cada español vaya en el bus manejando su cajita informática-telefónica de tecnología extranjera; Los “provida” asociado a las organizaciones que luchaban contra el hambre de cerca de 1000 millones de personas ha pasado a enarbolar la cruzada antiabortista de Gallardón, mientras mueren los africanos en su afán de desarrollo; Y hasta el buen jamón serrano ha pasado de ser un recurso alimentario y reciclador de los habitantes de la montañosa España, a un trozo de carne criado con cereales y soja proveniente de la tala de las selvas amazónicas, elaborados por compañías que reclaman su españolidad como Campofrío, pero que esconden que ha sido vendida por sus antiguos propietarios norteamericanos a una compañía chino-mejicana. Cuando el populismo y el vendaval de la contracultura asciende, ya no sólo por una engañosa imagen sino por un corrompido lenguaje, es hora de tomar partido hasta mancharse, y llamar pan al pan y vino al vino.

Jorge Hernández

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