La mañana del 12 de diciembre de 1936 el submarino republicano C-3 se encontraba frente a la costa de Málaga con orden de vigilar el estrecho de Gibraltar. Había que evitar que las tropas rebeldes del norte de África llegaran a la península. El bando sublevado no disponía de flota por lo que la embarcación sólo temía un ataque aéreo. Sin embargo, a las 14:25 horas un torpedo dirigido desde una embarcación alemana partió en dos mitades al C-3, que se hundió en cuestión de segundos con 35 hombres a bordo. Han pasado casi 76 años desde entonces, pero el submarino republicano continúa sepultado a 68 metros de la superficie marítima.
“No pedimos dinero. No queremos nada. Sólo queremos que saquen el barco y poder dar sepultura a nuestros familiares, pero ningún Gobierno ha accedido. No sé a qué tienen miedo”, explica a Público Bernardo Ros, hijo del cocinero de la tripulación, que pereció en el accidente.
Bernardo tenía nueve meses cuando su padre murió. Ahora, a sus 77 años puede reconstruir paso a paso las últimas horas de vida del C-3 debido a sus largas conversaciones con el marinero Isidoro de la Orden, uno de los tres únicos supervivientes. “Mi padre mandó a tirar la basura a Isidoro, que se negaba a hacerlo. Tras un tira y afloja, el marinero accedió y salió del barco y salvó la vida”, recuerda Bernardo Ros.
Hundido por la flota de Hitler
La dinámica de la guerra civil, la debilidad del gobierno republicano y el rápido avance de las tropas rebeldes sumió al C-3 en el olvido más profundo. Los sublevados franquistas anunciaron que la tripulación de la embarcación se había cambiado al bando rebelde y bautizaron como C-3 el submarino italiano Torricelli, cedido por Mussolini a Franco. El Gobierno republicano, tras una breve investigación, aseguró que la embarcación se hundió por un problema interno.
“El C-3 fue abandonado a su suerte por la propia República y los militares afines a los fascistas que aún estaban en el ejército republicano. La propaganda fascista desconcertó a los familiares pero, en el fondo, sabíamos que era mentira”, asegura Bernado.
La verdadera historia del dramático final del C-3 llegó 52 años después. En 1988 el historiador naval estadounidense Willard C. Frank, ya fallecido, accedió a los archivos de la Marina de Guerra Alemana y destapó una operación de guerra alemana desconocida hasta el momento: la Operación Úrsula. Una operación ideada por el Alto Mando Naval Alemán con el objetivo de dar apoyo por mar a los sublevados franquistas y de ensayar las tácticas de combate naval de cara a la Segunda Guerra Mundial.
En noviembre de 1936, dos submarinos germanos, los U-33 y U-34, partieron de la base de Kiel con destino al sur de España. Tras alguna intentona fallida, el 12 de diciembre de 1936, el U34, comandado por Harald Grosse, lanzó un torpedo que impactó y hundió al C3 consiguiendo huir sin ser interceptado. Alemania no había declarado la guerra a España y el ataque de su aviación sobre la población de Gernika no fue la única acción militar que el régimen nazi realizó en España.
La lucha por la memoria
Tras la victoria rebelde en la Guerra Civil y el asentamiento del régimen franquista en España, la historia del C-3 cayó en el olvido de la larga lista de víctimas de la guerra y de la dictadura. Sus restos descansaron a 68 metros de profundidad y su relato corría el riesgo de convertirse en una mera leyenda. Hasta mayo de 1997. El abogado Antonio Checa, quien se encontraba pescando por la zona, descubrió una mancha de gasoil que brotaba hasta la superficie. “El hecho me produjo una curiosidad innata. Comenzamos varias investigaciones, medimos la profundidad y la masa del cuerpo mediante sondas. Lo que fuera que estaba ahí abajo medía como un campo de fútbol y pesaba 1.000 toneladas”, relata a Público Antonio Checa.
Un año después, un buque del ministerio de Defensa se desplazó hasta la zona para identificar el descubrimiento de Checa. Se trataba del submarino republicano C-3 que tal y como había demostrado el historiador estadounidense Williard C. Frank había sido atacado y hundido por una embarcación alemana. La hasta ahora versión oficial del Estado español era una pantomima. El abogado checa comenzó a visitar entonces casa a casa a los familiares de las víctimas, quienes pronto se unieron en la Asociación de víctimas del C-3 con el objetivo de reflotar el barco.
“Exactamente eso es la memoria histórica. Las ganas por restablecer la memoria de gente cuyo recuerdo permanece en el ostracismo más absoluto. No es venganza, no es odio. Es devolver a alguien algo que le quitaron hace mucho tiempo”, reflexiona el abogado Antonio Checa.
La negativa de Trillo
Desde entonces, los familiares de las víctimas y Antonio Checa iniciaron un largo recorrido para reflotar el barco y dar un entierro digno a los familiares que aún continúan sepultados entre los hierros del submarino. Sin embargo, sus peticiones se han encontrado con la negativa de los sucesivos gobiernos y cuando todo indicaba que, por fin, el submarino sería reflotado con María Teresa Fernández de la Vega como vicepresidenta llegó la crisis económica para devolver al olvido al C-3.
“Teníamos un plan diseñado. Cedí mis derechos sobre el descubrimiento a la autoridad portuaria de Málaga, que financiaría la extracción con parte de sus presupuesto. Dos empresas reflotaban el submarino y después la embarcación sería expuesta en el puerto. Era como sacar una burbuja desde lo más profundo de la historia de España. Ahora, todo está parado”, reconoce Checa.
Antes, el Gobierno de José María Aznar con Federico Trillo como ministro de Defensa se había negado en rotundo a extraer el barco alegando que "costaba mucho". Bernardo Ros, vecino de Cartagena como el exministro, abordó a Trillo, con antecedentes familiares en la marina española, en varias ocasiones para tratar el tema.
“En un mitin en Cartagena fui a ver al ministro y le dije que era hijo de las víctimas del C-3 y que queríamos sacarlo del fondo del mar. Trillo me miró y solo me dijo; 'Nos cuesta mucho', recuerda Bernardo, quien poco tiempo después se desplazó hasta la iglesia donde el exministro suele acudir a misa y volvió a reclamarle la extracción del submarino. “Le dije que era un mal ministro y un peor cartagenero”, recuerda Bernardo, quien no logra entender por qué ningún gobierno se atreve a sacar del fondo del mar al submarino.
“Dicen que no tienen dinero, pero sí lo hay para barcos que tienen monedas y tesoros. Ese barco contiene el cuerpo de nuestros padres. ¿No pueden sacarlo? ¿A qué tienen miedo? Nosotros no queremos nada. No pedimos nada. Sólo pedimos un sitio en el cementerio donde recordar a nuestros familiares”, concluye Ros.
Fuente: Público
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