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miércoles, 13 de junio de 2012

El Congreso vuelve a exiliar a Azaña

José Bono, presidente del Congreso de la IX Legislatura, 28 de noviembre de 2011: "Yo creo que no tendría ningún sentido exiliar otra vez a Azaña por los motivos que se quisieran inventar".

Pues el Congreso los encontró. Encontró motivos para desterrarlo otra vez. Y ahora parece que será por una buena temporada. Al menos hasta que acabe esta legislatura.

La historia no es tan vieja como parece. Y gira en torno a un busto. Una efigie de Manuel Azaña y su peana. Casi 400 kilos de piedra. Obra del gaditano Evaristo Bellotti, fue donada a la Cámara baja el año pasado por Izquierda Republicana, el partido que fundó en 1934 el que luego sería el último presidente de la Segunda República española. Desde el primer momento, Bono se entusiasmó con la escultura, para cuya cesión medió el diputado de IU Gaspar Llamazares. Quiso que se ubicase en un "lugar destacado" del Congreso. Y lo logró, superadas las elecciones generales y con la victoria arrolladora del PP en su cuenta de resultados. La Mesa acordó que se situase la escultura en el vestíbulo de Isabel II, en el edificio de Palacio. O sea, en la zona noble que comunica el hemiciclo con el acceso principal de la Cámara, la Puerta de los Leones, la reservada para las solemnes aperturas de legislatura y para las jornadas de puertas abiertas. Era el "mejor lugar" para aposentar al presidente depuesto por la Guerra Civil y el franquismo. Allí, "cara a cara" con la escultura de cuerpo entero y de mármol de Isabel II, la reina bajo cuyo mandato se construyó el palacio de la carrera de San Jerónimo de Madrid, dijo un ufano Bono el pasado 28 de noviembre.

Pasó poco menos de un mes. Las nuevas Cortes, controladas por el PP, ya se habían constituido. El 22 de diciembre, la escultura se mudó al hall de la segunda ampliación del Congreso, un sitio de paso, corriente y moliente, sin honores. Fuentes oficiales de la Cámara explicaron entonces que adoptaron la decisión los servicios técnicos de la Cámara, porque había que despejar el mobiliario del vestíbulo de Isabel II para la solemne apertura de la X Legislatura que se iba a celebrar unos días más tarde. Un procedimiento habitual, alegaron, para este tipo de celebraciones, a las que acuden los reyes y altas autoridades del Estado.

El PSOE protestó porque entendió que era la Mesa la que tenía que tomar esa decisión del traslado. Resultado: a las 24 horas, Azaña volvía a estar en la zona de gala del Congreso.

El privilegio acabó la semana pasada y fue advertido ayer martes por Llamazares. El busto ya no se encuentra en el vestíbulo noble, departiendo en silencio con Isabel II. Ahora está en el llamado patio de operaciones. Un nombre tan gris que en el argot de la Cámara sirve para designar el hall de la ampliación III del Congreso, el edificio que antes era la sede del Banco Exterior de España, en el número 36 de la carrera de San Jerónimo. La escultura descansa en el lateral izquierdo del amplio acceso, junto al busto de Clara Campoamor, la diputada que en 1931 impulsó la implantación del sufragio femenino en España.

Acuerdo del 8 de mayo

¿Por qué el traslado? Hay que remitirse al pasado 8 de mayo. Ese día, la Mesa del Congreso acordó por unanimidad -con los votos de PP, PSOE y CiU- desplazar el busto del último presidente republicano al patio de operaciones. La razón, señalaron a Público fuentes oficiales, es que el órgano de gobierno de la Cámara baja aceptó la donación de una figura de Niceto Alcalá-Zamora hecha por el Ayuntamiento de Priego (Córdoba), la localidad donde nació el primer presidente de la II República. El Consistorio acordó el pasado 29 de febrero encargar la obra y cederla al Congreso para que la ubicase junto a otros "ilustres parlamentarios". La efigie de Alcalá-Zamora aún no ha llegado a Madrid, pero el Congreso sí que procedió la semana pasada a desterrar a Azaña a la ampliación III. Las fuentes consultadas explicaron que la nueva ubicación tiene "más lógica", pues en el edificio de Palacio descansan figuras "de parlamentarios", y no de presidentes del Gobierno o jefes del Estado. El problema es que Azaña fue también diputado, tal vez el mejor orador de su generación. Además, justificaron, "no tenía sentido ese diálogo con Isabel II" y en esa misma sala ya se colgó el año pasado otra representación gráfica de Azaña: un tondo del pintor Daniel Quintero.

Llamazares no podía ocultar ayer su disgusto. "¡Qué nula sensibilidad! ¿Qué quieren hacer ver, que todos los republicanos, al patio de operaciones?", exclamaba. El diputado de IU recordaba que tanto Alcalá-Zamora como Azaña fueron jefes del Estado, y se merecían estar "en la zona noble", no que se les condenase "al exilio". "A regañadientes aceptan que estén en el Congreso", remachaba. El excoordinador promete dar guerra y reclamar que vuelva al área de honor de la Cámara. Que Azaña pueda seguir de tertulia con aquella reina que depusieron los españoles en 1868.

Fuente: Público

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