La Izquierda alemana cerró hoy su congreso federal con una victoria ajustada de su ala radical frente a la reformista, acosada tanto por su división interna como por el impacto del nuevo voto de protesta representado por Los Piratas. La elección como nuevo líder de Bernd Riexinger, el candidato aupado a la presidencia por el veterano Oskar Lafontaine, con apenas un 53,5% de los votos, evidenció el cisma persistente de un partido aquejado desde su origen por las hostilidades internas y externas.
Bernd Riexinger, un rostro desconocido hasta el congreso de este fin de semana en Gotinga (centro de Alemania), se impuso al reformista Dietmar Barsch y compartirá así presidencia con Katja Kipping, según la fórmula de cúpula bicéfala de Die Linke (La Izquierda).
Su victoria frente al rival reformista (45,5 %) supone la perpetuación de la línea de Lafontaine, cuya compañera sentimental y líder de la Plataforma Comunista, Sahra Wagenknecht, fue reelegida además para la vicepresidencia de la formación. Se trata, sin embargo, de un éxito dudoso, puesto que deja más tambaleante a un partido marcado por las posturas irreconciliables (desde antes incluso de su fundación) y que, a diferencia de otras formaciones parejas europeas, no ha sabido sacar partido de la incertidumbre que genera la crisis económica global.
Fusión de poscomunistas y socialistas disidentes
Die Linke nació en 2007, fruto de la fusión del poscomunismo liderado por Gregor Gysi y de la disidencia que Oskar Lafontaine arrastró consigo en 1999 con su doble dimisión, como líder del Partido Socialdemócrata (SPD) y ministro de Finanzas de Gerhard Schröder. A los recelos que despertaba ya el poscomunismo, etiquetado de heredero del régimen que levantó el muro de Berlín, se sumó la hostilidad casi a muerte de la socialdemocracia alemana por la escisión desencadenada por Lafontaine.
Sobre esta base se fundó un partido al que entonces se vaticinó no superaría la división entre sus alas del este y el oeste del país, a lo que se siguieron pulsos entre personalismos, incluidos los de Lafontaine y Gysi, que apenas se dirigen la palabra. Gysi habló ayer de "odios", en su discurso ante los 500 delegados de Gotinga, no para referirse a la animadversión procedente de otras formaciones, sino de las relaciones dentro del partido.
Lafontaine se fue como vencedor (La venganza de Oskar, titulaba Der Spiegel), pero nada apunta a que Die Linke pueda sumarse al auge del radicalismo europeo de la coalición griega Syriza de Alexis Tsipras o el Frente de Izquierdas del francés Jean-Luc Mélenchon.
Las constantes llamadas a la unidad durante el congreso delataban el miedo de las bases a una escisión, mientras que las principales alusiones a rivales, fuera del partido, no se dirigieron ya a los enemigos de siempre (el SPD, los Verdes o el gobierno de centro-derecha de Angela Merkel), sino a Los Piratas. Esta formación de nuevo cuño, sin un programa político definido y apuntalada en la libertad en internet, irrumpió con fuerza en el espectro político alemán y recluta electorado procedente de todas las formaciones, pero con mayor impacto en la más debilitadas.
Fuera de dos cámaras regionales
Desde el pasado septiembre, en que los Piratas lograron sus primeros escaños en la ciudad-estado de Berlín, ha entrado en un total de cuatro parlamentos regionales de Länder y los sondeos le pronostican un 12% en las generales previstas para 2013. A Die Linke, con 79 diputados en el Bundestag (parlamento federal) tras lograr en 2009 un 11,9 %, se le vaticina entre un 6 y un 5 % y quedó fuera el pasado mayo de dos cámaras regionales.
Gotinga fue exponente de los ataques y alusiones de prácticamente todos los oradores hicieron a Los Piratas, mientras éstos respondían desde múltiples cuentas en Twitter (su principal órgano comunicador) e ironizaban sobre la precariedad técnica del livestream de Die Linke, que funcionó sólo a trompicones los dos días de congreso.
Fuente: Público
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